jueves, 15 de noviembre de 2012

Esperar ya no es una opción

Viviane Reding, Comisaria de Justicia de la UE

Once países de la UE han legislado por la paridad en las empresas con normas poco severas.

Artículo de Gabriela Cañas, publicado en El país 

Si hay una virtud que no se le puede negar a la luxemburguesa Viviane Reding es la de la perseverancia. Desde que esta veterana comisaria europea tomó las riendas de la cartera de Justicia ha emprendido una dura batalla por aumentar el poder de las mujeres europeas incorporándolas a los consejos de administración de las grandes empresas. No es la única. Hay muchas organizaciones en este continente peleando por el mismo objetivo. Los resultados son desalentadores como, quizá, era de esperar, dado que, aun sin haber ganado del todo otras batallas, esta amenaza directamente a la cúpula del poder, allá donde ni un solo varón está dispuesto a ofrecer graciosamente su asiento a una dama. 

Por eso fracasó la primera propuesta de Reding, en marzo de 2011, de invitar a las grandes corporaciones a que voluntariamente tuvieran en cuenta la igualdad de oportunidades.
Los sistemas de cuotas, tan extendidos en nuestras democracias representativas para otros conceptos, no cuentan en este terreno con el apoyo unánime ni de los países (véase el caso alemán, que preferie de momento la autorregulación) ni de la sociedad en su conjunto. Y también es de ley admitir que hay sólidos argumentos en contra —libertad de empresa, meritoriaje frente a género, base legal, etc.—. 

Lo cierto es también que la discriminación es evidente: el 86,3% de los consejeros son hombres en un continente de larga trayectoria igualitaria en el que el 60% de los nuevos licenciados son mujeres.

Por eso, cruzarse de brazos a esperar que dentro de medio siglo se corrija tan injusto desequilibrio es una opción que dentro de poco tiempo será minoritaria en Europa. Once de los veintisiete países de la UE ya han legislado para forzar el cambio en un plazo algo más breve. Son legislaciones muy jóvenes. Muchas se han aprobado en los tres últimos años. Es el caso de Bélgica, Dinamarca, Francia —con resultados espectaculares, por cierto—, Italia, Holanda o Eslovenia. España se adelantó, junto a los nórdicos. Son leyes muy tímidas que han logrado, eso sí, acelerar las incorporaciones a los consejos, aunque a un ritmo muy modesto (han pasado del 11,8% al 13,7%).

Ello indica que no se pueden echar las campanas al vuelo, pero tampoco caer en la melancolía. La UE solo dispone de auténtico poder de decisión en asuntos agrícolas, comerciales y de competencia. En el resto, los avances se realizan con mucha convicción y más perseverancia con el objetivo de que, finalmente, sus tesis se abran paso a nivel nacional e incluso en los tratados internacionales. Véase el caso de la batalla contra el cambio climático y la penúltima derrota europea respecto a la imposición de una tasa contaminante a las compañías aéreas extranjeras. En igualdad, las resistencias son similares y el origen de las mismas se podría decir que también. Los intereses económicos, el sistema productivo, la costumbre... Nadie mejor que la Comisión Europea sabe lo que cuesta contar con mujeres. Cada cinco años Bruselas implora a los gobiernos que presenten candidatas y aún no ha logrado componer un colegio de comisarios con más de un tercio de mujeres. El impulso igualitario que imprimió Zapatero a la política española ha vuelto a decaer con Rajoy.

La nueva iniciativa de Reding está algo descafeinada para lograr que se abra paso, pero su propuesta más irreal es prever que sea de carácter temporal y expire en 2028. Dudo que para entonces y con normas tan poco severas tanto a nivel europeo como a nivel nacional se haya terminado con tan flagrante discriminación.

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