jueves, 28 de junio de 2012

Carta abierta a Ferrán Mascarell


Rosa Regás

Tal vez es por la brutal crisis que nos amenaza todo el tiempo, tal vez porque vamos madurando y estamos aprendiendo a protestar y a exigir lo que es justo que nos den, el caso es que cada día hay más gente consciente de sus derechos y de las obligaciones de los políticos que si nosotros parecíamos haber olvidado, es más que evidente que ellos lo están haciendo desde hace lustros.
El caso es que un grupo de mujeres del ámbito de la cultura catalana tiene previsto enviar al 'conseller' de Cultura del Gobierno catalán, el señor Ferrán Mascarell, antiguo socialista reciclado en convergente,  una carta abierta recordándole las obligaciones propias de su cargo no en todo lo que alcanza su responsabilidad, sino solamente en lo que atañe al mundo de las mujeres. Las firmantes son mujeres que ejercen profesionalmente en los sectores de la literatura, las artes escénicas, la música, las artes plásticas y visuales, los medios de comunicación, las ciencias humanas y sociales, la gestión cultural, la docencia y la investigación, hondamente preocupadas por la flagrante desigualdad de género que persiste aún en todas las manifestaciones de la cultura catalana.
No hace falta investigar porque salta  la vista, le dicen,  que el panorama que ofrece la cultura es profundamente androcéntrico sin que apenas haya presencia de mujeres y cuando la hay es puramente testimonial o anecdótica. E insisten en que esta falta de paridad no se corresponde  en absoluto con el talento, la experiencia, la forma de trabajar y la eficacia de las mujeres cuyo trabajo es en general menospreciado.
El argumento que esgrimen a continuación es contundente y a mi modo de ver pone de manifiesto que muchos de los hombres que toman decisiones en la vida pública  es o se manifiesta convencido de que la mujer es inferior al hombre en el trabajo. No lo dicen, es cierto porque es políticamente incorrecto, pero su actuación es bien clara: la cultura en Cataluña margina sistemáticamente a casi el 50% de sus ciudadanos, las mujeres. Y es cierto que esta forma de entender la vida pública lleva aparejada  una verdad incontestable, y es que es nuestro gobierno el que transmite a las generaciones  futuras la misma cultura incompleta y sesgada que hemos recibido.
La carta recoge una serie de elementos y documentos salidos de la propia Generalitat que demuestran hasta que punto les importa poco lo que ocurre, es más, ni siquiera se dan cuenta de ello o les parece lo más natural porque en ningún informe de las instituciones de Cataluña se hace mención de ello.
Es una carta contundente y reivindicativa de uno de los derechos más malbaratados por la sociedad y sobre todo por los poderes públicos, es decir, por los que nos mandan. Ésta es una de sus grandes equivocaciones, no la única como es palmario y notorio, que engloba gran número de hombres de la sociedad en que vivimos, y algunas de sus mujeres, es decir, las mujeres que comulgan con la idea que siempre ha defendido la iglesia y con ella el franquismo, que la mujer ya ha conseguido lo que tenía que conseguir y que su puesto no está entre los hombres cuya inteligencia es más perfecta o al menos más teórica y más propia para quienes han de tomar decisiones, investigar y decidir sobre los asuntos culturales o sociales, sino que su papel está en el hogar, haciéndole la vida fácil al hombre, acompañándole o sirviéndole.
Sí,  ya sé que se me dirá que estas mujeres no existen, y yo les responderé que sí  existen, igual que los hombres machistas no son solo los que matan a sus mujeres sino y sobre todo esos que disimulan, e incluso en público defienden la paridad, pero que cuando están en los puestos directivos lo que hacen, como ocurre en Cataluña y supongo que en el resto de España, es mantener una situación en que ellas son sistemáticamente marginadas.
Protestar, hacernos incómodas, denunciar hechos luctuosos cometidos contra nosotras, ha sido siempre el trabajo de las mujeres que han querido luchar contra esa lacra social de la desigualdad. Ahora cada vez son más las que consideran que este es su deber y su responsabilidad y lo hacen con la misma valentía y fuerza  con que defienden a los que han sido despojados de sus derechos, a los pobres, a los maltratados, a los manipulados por los medios  y a los que sufren la pérdida y el expolio de cualquiera de sus derechos  porque no olvidan, aunque sí parecen olvidarlo los conseller de Cultura  de la Generalitat de Cataluña,  lo que se dice al inicio de laDeclaración universal de los derechos humanos, "todos los seres humanos nacen libres  e iguales  en dignidad y derechos."
 Y esto es así sea cual sea la creencia moral, religiosa o política que ilumine el camino de nuestros políticos tan interesados por la economía y tan poco por la ética y la decencia social.
Article de Rosa Regás, és escriptora. Publicat a Blogs El Mundo.es 

martes, 19 de junio de 2012

Les dones no hem provocat aquesta crisi


L’actual crisi social, econòmica i, com s’està demostrant, bàsicament financera ens ha posat les dones en una situació de desigualtat encara més gran que la que existia anteriorment. Malgrat els avenços que s’havien fet a partir de la lluita pels drets de les dones, estem assistint al deteriorament del poc benestar que havíem tastat. 

La desaparició dels drets socials i laborals, la privatització de serveis públics, l’alt índex femení d’atur, la manca de mesures eficaces per a la conciliació laboral, familiar i personal, la marxa enrere de polítiques efectives que ens reconeguin com a subjectes... a banda de la manca de liquidesa de la majoria de famílies i les situacions de pobresa i precarietat que recauen bàsicament sobre el treball de les dones en l’àmbit familiar i domèstic ens han posat al centre de la crisi. 
Entre els cursos d’estiu que ofereix la Universitat Pompeu Fabra, voldríem destacar precisament el que porta per títol “La Situació de la Dona davant la crisi econòmica”. 

Aquest curs reflexiona sobre com afecta i ha afectat el gènere, en aquesta difícil circumstància de crisi actual, en la relació que els individus han establert amb els àmbits que conformen la nostra societat. El curs parteix de l'anàlisi de la discriminació per raó de gènere que han patit les dones i estudia les polítiques públiques i estratègies que s'han adoptat per garantir la igualtat efectiva de dones i homes. D'aquestes s'ha de destacar el principi del "gender mainstreaming" o transversalitat, que el Consell Econòmic i Social de les Nacions Unides ha definit com al procés de valoració de les implicacions en homes i dones de qualsevol acció planejada, incloent la legislació, polítiques i programes en totes les àrees i nivells. Aquest curs aposta a més, com a estratègia complementària, per l'interdisciplinarietat, que permet aprofundir en l'anàlisi de les pràctiques, experiències i expectatives femenines. 

Al nostre entendre, el coneixement i anàlisi de la realitat així com el poder descobrir eines que ens dotin de possibilitats i d’oportunitats per superar aquesta crisi són no només bones sinó del tot necessàries per superar-la. Tanmateix poder identificar els elements que han creat la crisi, que no hem estat pas les dones, i l’exploració dels drets que no ens poden ser negats és un exercici democràtic imprescindible i una presa de consciència fonamental.

Escrit per María Morrás i Marina Castells, professores de la UPF Publicat a La Independent

lunes, 18 de junio de 2012

Reflexiones sobre el feminismo

La rebelión de las mujeres al poder patriarcal es la rebelión social más importante de la historia de la humanidad pues es el gérmen de una sociedad en la que el 50% de ésta deje de estar oprimido por el otro 50%. No puede existir una verdadera democracia que no sea feminista. El feminismo propugna la igualdad teórica y práctica de derechos humanos entre hombres y mujeres, defiende la dignidad de todos los seres humanos, y promueve modelos sociales, culturales y económicos que por ejemplo erradicarían el hambre y la guerra del mundo.

Ser feminista no es ser mujer, hay mujeres que no tienen esta ideología y hombres que sí. El feminismo no excluye, incluye. El feminismo es un humanismo político que engloba aspectos del socialismo y del anarquismo, ampliándolos con una mayor visión en valores humanos, no centrada exclusivamente en aspectos políticos, economicistas y laborales, y abierta a una nueva comprensión global en la que todos los seres están interrelacionados y dependen unos de otros como un nuevo sistema vivo.

La emancipación de la mujer es un movimiento de mayor trascendencia que las revoluciones habidas en la historia del siglo XX, pues va de lo privado en el ámbito de la pareja a lo universal en el ámbito de las naciones. Repercute desde sus cimientos en todo el sistema de relaciones humanas construido desde la prehistoria. Pone en cuestión los aspectos ideológicos más característicos de la sociedad capitalista patriarcal y las doctrinas liberales. Sugiere un nuevo tipo de relaciones humanas basado en la igualdad, la solidaridad, el apoyo mutuo, y la evolución como especie a formas de vida más maduras, empáticas, creativas y amorosas. Se propone cuidar de todos los individuos y del patrimonio común terrestre, no considerando a éstos como posesiones para nuestro uso y disfrute sino como una unidad viva de la que dependemos.

Mucho se ha escrito esbozando los pilares socio-políticos del feminismo, pero ya es hora de consolidar este humanismo no como reacción al machismo sino como una doctrina emergente y plena por sí misma que puede aportar una vía auténtica al mundo en crisis en que vivimos. Algunos intuyen la revolución que el feminismo trae consigo e intentan vetarla, pero esto ya no lo para nadie. Se ha alcanzado la masa crítica, las personas feministas del mundo hemos establecido una red mediante y más allá de las palabras, y ha emergido una nueva visión de la raza humana que aún no tiene nombre pero que va a cambiar la historia. Si tuviera que llamarla de alguna manera acaso la llamara MATRIA.

Article de Consuelo Barea, és metgessa psicoterapèuta i experta en violència de gènere. Publicat a  Dones en xarxa

domingo, 17 de junio de 2012

Radiografia androcéntrica de la cultura (gracias ex ministra)





Imatge de D.P.
Todo el mundo sabe que a la ex ministra Ángeles González-Sinde le correspondió durante su mandato (2009-2011) intentar poner coto a la falta de regulación existente en Internet en el ámbito de los derechos de autoria, ninguneados hasta la saciedad ante la impasibilidad de toda las ciudadanas y ciudadanos que viven aleladamente mirándose el ombligo, haciendo un titánico esfuerzo por conservar el estado del bienestar y creyendo –dichosa ignorancia la suya- que lo que no les afecta directamente no les afecta en absoluto y, al tiempo, que el efecto mariposa no existe.

Ángeles González-Sin
Su propuesta (la llamada Ley Sinde), que levantó a partes iguales aplausos e iras, y a la que por todos lados pusieron palos en las ruedas, ha sido reciente, y felizmente, aprobada en el Congreso, como era de sentido común, y acaba de comenzar su andadura. Ahora toca constatar si logra poner coto a los desmanes cibernéticos que hacen que los autores y autoras de música, cine, literatura... vean esquilmado el fruto de su trabajo. Esperemos que el proceso regulador no se eternice e impida que la creación sucumba a la “barra libre” que algunos creen que es la Red.

Como era de esperar, sus intentos por ordenar el caos internáutico tuvieron durante el 2011 gran eco en los medios (todo lo que atañe a la Red vende, pues Internet es nuestro último juguete, como lo fueron en su día los automóviles que salieron de las factorías Ford). Hubo pues espacio para atacar y defender, opinar y contraopinar (creando líneas de fuga, a lo Deleuze). Por el contrario, bien distinto es lo que está sucediendo con el que a mi parecer ha sido el gran acierto de su gestión: mirar la cultura con los ojos de la igualdad de género y sentar las bases de un combate eficaz contra la desigualdad en la cultura. Ese ha sido el gran logro de la ex ministra Sinde y no otros, le den eco o no los medios, entretenidos a su vez en sobrevivir a las actuales drásticas mudanzas de la comunicación. En concreto, bajo el mandato de la ex ministra Sinde, el Ministerio de Cultura tuvo la valentía de instaurar finalmente los jurados paritarios en todos sus ámbitos de actuación, sugerir la presencia de personas con visión de género en los mismos y realizar un diagnóstico de la cultura desde dicho punto de vista para saber de qué pie calzamos; todas ellas medidas destinadas a ayudar a la “visibilización de la cultura en femenino”, en palabras de la propia ex ministra. El informe en cuestión se titula Mujeres y cultura. Políticas de igualdad y, amén de contar con una introducción para cada ámbito de análisis (literatura, artes plásticas, cine, artes escénicas y música), hace un exhaustivo repaso de becas, subvenciones y premios, así como de patronatos y jurados de festivales.

El resultado es una radiografía de un androcéntrico subido, un retrato de la desigualdad que ya nadie podrá negar por alto y claro, pero que precisamente por ello está siendo ninguneado; ¿a quién le gusta que saquen a relucir sus vergüenzas? El informe ha evidenciado que, pese a los esfuerzos realizados en años recientes a favor de la visibilidad de las mujeres en el sector, “esta está por debajo de su participación real –tal y como lo demuestran las estadísticas- en el mundo de la cultura”. Ya dijo la socióloga María Antonia García de León en su libro Rebeldes ilustradas (Barcelona, Anthropos, 2008) que “una sociedad androcéntrica tiende a no reconocer la presencia pública femenina, ni siquiera cuando comporta excelencia”. A lo que yo añado: “y sobre todo cuando comporta excelencia”. Hasta la fecha, a trancas y barrancas han podido algunas creadoras codearse con sus iguales varones. Sería hora de que empezaran a poder hacerlo todas las que lo merecen, que son muchas.

Como digo, los medios de comunicación han hecho caso omiso de ese informe y de esas medidas correctivas, que se han visto rodeados de un ominoso silencio, apenas roto por quienes promovieron esos pasos. Vale la pena mencionar que quienes solicitaron ese informe y propiciaron con su iniciativa esos avances tan notorios fueron tres asociaciones de mujeres profesionales de la cultura, que tuvieron a bien presentar una queja ante el Defensor del Pueblo en la que reclamaban, con objeto de poder analizar la eficacia de las medidas de igualdad y abordar su mejora, datos desagregados por sexo tanto al Ministerio de Cultura como a otras instituciones. Estas asociaciones son MAV (Mujeres en las Artes Visuales), CIMA (Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales) y Clásicas y Modernas (asociación consagrada a la igualdad de género en la cultura). Como pertenezco a esta última, creo poder afirmar que es casi seguro que sin esta demanda colectiva, y sin el interés y el concurso de la ex ministra Sinde, estos adelantos no se hubieran dado. Del mismo modo que no se hubieran podido hacer efectivos sin la existencia previa de la Ley de Igualdad (que por cierto el PP boicoteó presentando contra ella un recurso de inconstitucionalidad).

De la desigualdad en la cultura arrastramos unas cifras que ponen los pelos de punta, pero nadie parece darle ninguna importancia más allá de las afectadas (llegándose al caso de que algunas de las damnificadas, creadoras incluso célebres, tampoco le dan ninguna, acaso por ser excepciones a la regla y no ser conscientes de ello). Preguntadas por el suplemento El Cultural de El Mundo (en fechas cercanas a la aprobación de la Ley de Igualdad, es decir en marzo de 2007) sobre unas posibles cuotas en el mundo literario, algunas escritoras expresaban en estos términos su absoluta disconformidad: “Nunca ocuparía un sitio en el mundo editorial sólo por ser mujer. Si algo detesto es ese victimismo disfrazado de feminismo que practican algunas colegas para conseguir premios y publicaciones. […] La mendicidad es un hábito que parece haberse convertido en necesario en este ambiente. Pero es un precio que, en el caso de las mujeres, viene especialmente teñido de falta de amor propio y nula honrilla personal. Y encima contribuye a perpetuar viejos esquemas, no sólo ya del machismo, sino del abuso de poder” (Lola Beccaria). “Como casi todas las postfeministas, siento pavor a que me regalen algo que me merezco. Siento que debo luchar y demostrar” (Espido Freire). No puedo estar menos de acuerdo con ellas, y me preocupa especialmente que una persona nacida casi con la democracia como Espido Freire viva este espejismo igualitario. La literatura precisa de unas grandes dosis de imaginación que sin duda ella posee, pero no me consta que sean necesarias para diagnosticar la realidad.


Almudena Grandes
La perla sale sin embargo de boca de Almudena Grandes: “En principio, y por principios, estoy en contra de las cuotas, excepto en aquellos sectores profesionales en los que se tenga la certeza de que las mujeres son injustamente discriminadas. Este no es el caso de la creación en general y de la literatura en particular.” Me pregunto si Almudena Grandes y yo vivimos en mundos literarios distintos, si el catálogo de la estupenda editorial donde publica, Tusquets, me llega a mí esquilmado de mujeres o realmente ostenta poquísimas, o si un insignificante puñado de mujeres en la Real Academia le parecen acaso sobredosis. Habrá que enviarle una copia del informe que dice claramente que ella, en su visibilidad, es una excepción y no la norma. Claro que como afirma la periodista Elvira Huelbes en un artículo sobre el mencionado informe: “Los datos son sagrados; las opiniones, libres”. De modo que vayamos a algunas de las cifras y algunos de los datos contrastados que este informe ofrece y atengámonos a ellos.

En LITERATURA hasta la fecha el Premio Nacional de Narrativa ha sido otorgado a 2 narradoras (frente a 32 varones), el de Ensayo a 1 ensayista mujer (frente a 33 hombres), el de Poesía a 4 mujeres (frente a 29 caballeros), el Nacional de las Letras a 3 (frente a 25), el prestigioso Cervantes asimismo a 3 (frente a 34). Y aunque pueda parecer extraño, hay un estudio realizado en 2009 que dice que en el Registro de la Propiedad se registran un 30% de obras de mujeres frente a un 70% de varones: algo no cuadra. En ARTES PLÁSTICAS, hasta la fecha el Premio Nacional de Artes Plásticas sólo ha sido otorgado a 8 mujeres (frente a 47 hombres), el premio Velázquez a 1 (frente a 9) y el premio Nacional de Fotografía a 3 (frente a 16). Extrañamente, el público de exposiciones y museos es mayoritariamente femenino, y hallamos un 80% de mujeres en el organigrama de museos y centros de arte (casi nunca en los cargos más altos, de lo que deriva que en sus fondos sólo haya de un 4% a un 10% de obras de mujeres), siendo también ellas casi la mitad de los galeristas del país, aunque la obra de mujeres sólo tiene un 15% de presencia en galerías y en ARCO sólo se exhibe en un 7%.

En el ámbito de la MÚSICA, la dirección artística de todos y cada uno de los centros musicales administrados por el INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música) han estado desde sus comienzos y siguen estando en manos de hombres, con la única excepción del Ballet Nacional de España. Los Teatros de Ópera del país también están en manos de hombres, en el Teatro Real casi todas las óperas son de hombres (una excepción fue el 2011 el estreno de “La página en blanco”, de Pilar Jurado) y en el Auditorio Nacional se programa un 1% de compositoras (o menos). Por cierto que por primera vez en 2010 se premió a una mujer con el Premio Nacional de Composición (frente a 31 varones).

Por no hablar de que en CINE las películas dirigidas por hombres, la inmensa mayoría, otorgan el protagonismo a personajes masculinos en un 80%, lo que condena a las actrices a hacer eternamente secundarios. O de la dificultad de dedicarse a las ARTES ESCÉNICAS siendo mujer y aspirando a tener descendencia, mientras los padres de familia pueden marcharse de gira sin tantas dificultades, lo que redunda en una presencia femenina mucho menor en las tablas.

Parece claro que visto lo visto había que intervenir con carácter de urgencia y los jurados paritarios son un buen comienzo, y qué no decir de la incorporación a los mismos de una persona con visión de género, capaz de inculcar en los demás un sentido de la igualdad del que al parecer hasta ahora han carecido. Si se contrata a  nutricionistas para elaborar los menús de una escuela, ¿por qué no puede hacerse una intervención semejante en aspectos tan fundamentales como la repartición de las recompensas y los estímulos al talento?

Para una sociedad que lleva casi cuarenta años en un proceso de democratización ascendente, que se supone aspira a alcanzar la máxima expresión de la misma (cosa que incluye o debiera incluir la igualdad de género), ¿puede resultar irrelevante que se haya dado en el ámbito cultural un paso de tanta importancia? Recordemos por un instante el terremoto informativo que supuso la inclusión de las cuotas de género en la política en el 2007, destinada a promover una participación equitativa en la misma; o el 25% de mujeres que en 1988 el PSOE impuso en el Congreso para su partido y que con los años ha ido a más, hasta llegar a las llamadas listas cremallera. ¿Mereció el silencio de quienes están en contra de la acción positiva ya sea por pensar que trata de imponer medianías, ya sea desde un falso liberalismo que abomina de la igualdad en el punto de llegada por considerarla contraria al principio de libertad? ¿Callaron entonces los Ansones, los Pradas, los Pérez Reverte? ”Cada vez que me choteo de una estupidez de género y en el acto se descuelga una talibana mentándome a la madre, quiero corregirme”, escribe este último en un artículo reciente con su acostumbrado extraño sentido del humor, completamente ajeno al sentido del ridículo (5/3/2012). Claro que, ¿qué esperar de un señor que nos llama “feminazis”?

Pérez-Reverte
Ahora, en cambio, se hace algo tan necesario como radiografiar la cultura (que queda a la altura del betún) y nadie se inmuta, ni siquiera el señor Pérez Reverte, siempre tan atento a la carne fresca donde poder hincar el diente. Y no saben cómo le agradeceríamos ahora un artículo en el que se lamentara de la caterva de manifestaciones artísticas ñoñas, de ensalzamiento de la intimidad y posiblemente sáficas a que darán lugar los jurados paritarios… Toda publicidad gratuita contribuye a la causa, anímese.

Claro que si como decía ni siquiera algunas de las propias afectadas viven traumáticamente una desigualdad más que evidente, ¿qué no decir de los demás agentes culturales de las editoriales, de la crítica, del profesorado, agentes literarias y literarios…? ¿O acaso de imponerse los jurados paritarios en el sector privado la reacción hubiera sido distinta? Les aseguro que en esa circunstancia hubieran saltado todas las alarmas y al Ministerio le hubieran llovido acres acusaciones de intrusismo. Claro que si puede el Ministerio de Sanidad instar a las clínicas privadas a cumplir ciertas condiciones o el Ministerio de Educación exigir ciertos requisitos a las escuelas privadas, ¿por qué no puede hacerse con las editoriales, los periódicos o las revistas o mismamente con las entidades bancarias que premian el arte y el talento?

Dejada aquí constancia de que el informe Mujeres y culturas. Políticas de igualdad existe y de que se han dado pasos serios para igualar las oportunidades en el estímulo a la creación, sólo me queda volver a reiterar mi agradecimiento a la ex ministra Sinde por tan loables iniciativas, y sugerir las posibles razones por las que nadie se ha inmutado: que la cultura ya no interesa (y se deja pues que las mujeres la conquisten como quien ofrece el hueso del caldo y no el tuétano) o que nadie cree que un informe o la composición de unos jurados pueda alterar la ya arraigada costumbre de premiar expresiones artísticas de clara impronta masculina, cuando no directamente machista (cosificación del cuerpo de la mujer, ensalzamiento de la prostitución, nostalgia de la mili, glorificación del fútbol…).

Quiero ser más optimista, pensar que la cultura sí importa y que medidas como estas sí contribuyen y mucho a transformar paso a paso la realidad. Quiero pensar que ahora que las cifras están ahí, publicadas por el propio Ministerio, ya no valen subterfugios ni maniobras de distracción: será que son menos, será que son más malas, será que no interesan…. Si el PP no opta por dar marcha atrás, y esperemos que no lo haga (estaremos vigilantes, no lo duden), a partir de ahora y gracias a la ex ministra Sinde y a su equipo los comités asesores, jurados y órganos consultivos del Ministerio de Cultura se compondrán respetando una presencia equilibrada entre hombres y mujeres, condición imprescindible para edificar un nuevo estado de la cultura.

De igual modo, quisiera pensar que el Ministerio de Cultura no tardará en advertir la absoluta necesidad de intervenir en la gestión privada de la cultura, pues en estos momentos en que “los mercados se benefician de un vacío de gobierno global” (Nancy Fraser dixit), no podemos permitirnos retrocesos ni dejar que se aneguen nuevamente terrenos ganados a las procelosas aguas del machismo endémico. De tener continuidad, como sería deseable, no saben hasta qué punto este avance redundará en la obra de las mujeres creadoras, que finalmente podrán jugar “casi” en igualdad de condiciones en un juego ya de por sí desigual, a tenor de los múltiples factores que dificultan la equidad (pésima conciliación familiar, pésima conciliación laboral, brecha salarial…).

Quienes desarrollan una tarea artística ya tienen de por sí muchas más dificultades que quienes eligen profesiones a medio plazo más rentables, y es por ello que no podemos ahondar en la llaga con invisibilizaciones u obstáculos añadidos si no queremos que la creación en sus diferentes ámbitos corra el riesgo de verse reducida drásticamente. No imaginamos un futuro donde todos los creadores sean hombres (como lo han sido tan largos siglos), al igual que no imaginamos un mundo donde todas las creadoras sean mujeres. No es ni lo uno ni lo otro lo que queremos, sino una cultura plural, liberada de lastres obsoletos y desinhibida hasta los límites que la propia cultura pueda imaginar. Una cultura que sea pionera de virtudes nuevas y no copia de defectos antiguos. De los poderes públicos esperamos que siendo la cultura el 4% del PIB sea cuidada con el mismo esmero con que se cuidan otros sectores. Porque la cultura será igualitaria o no será.

Article de Ma. Àngels Cabré, escriptora i crítica literària. Publicat a La Indenpendent

jueves, 14 de junio de 2012

Carme Riera en la RAE: La cuota invisible


En fecha 19 de abril de 2012, la novelista y catedrática de literatura española de la Universidad Autónoma de Barcelona Carme Riera ha sido elegida para ocupar el sillón “n” de la Real Academia Española. Vayan por delante mis felicitaciones más sinceras a la escritora mallorquina, a quien considero una de las personas más cualificadas para formar parte de la Real Academia de la Lengua, así como una de las autoras señeras de la literatura catalana (aunque la crítica insista en equipararla siempre con sus pares femeninas y jamás con los masculinos, cosa que el común de los mortales –entre los que me incluyo- sin duda no entiende, sobre todo teniendo en cuenta que es autora de más de una veintena de libros, algunos de los cuales han merecido preciados galardones).

Nadie ignora que la Real Academia es una institución que no destaca precisamente por su afición a admitir señoras en sus filas, sin duda en un intento por permanecer fiel al año de su fundación, 1713, fecha en que se promulgó en España la ley sálica que prohibía el acceso de las mujeres al trono caso de existir herederos varones, ley por cierto aún vigente. Que en dicha fecha naciera por su parte el ilustrado Diderot, feminista avant la lettre, está visto que poco influyó en el espíritu de la institución, que arrastra una larga y ultrajante historia de machismo que la asemeja a un club de caballeros al más rancio estilo anglosajón (de esos en los que abundan las corbatas y los puros, las dentaduras postizas y algún que otro braguero inguinal).

Dicho eso, está claro que todo intento por mitigar la flagrante desigualdad de género que la RAE ostenta sea digno de aplauso, aunque quepa recordar que esta nueva y magnífica incorporación ha tenido lugar apenas un mes después de que la Real Academia encendiera todas las alarmas (me refiero por supuesto a las alarmas del progresismo) con un informe en el que, lejos de agradecer el trabajo realizado por las guías para un lenguaje no sexista (clara aportación de la sociedad civil a una demanda real y creciente), se las cargaba tachándolas de ineptas e indocumentadas, amén de acusarlas de atentar gravemente contra los principios de la gramática y de dar la tabarra con las formas dobles: ¿por qué decir “padres y madres” pudiendo decir “padres”, “escritoras y escritores “ pudiendo decir “escritores”? ¡Qué ganas de complicarlo todo tienen siempre las feministas, con lo fácil que es callar y obedecer los dictados de los sabios patriarcas!

A muchos nos alegró entonces que la RAE se dignara descender a la arena pública desde su torre marfileña, o lo que es lo mismo, desde la sede colindante al Retiro que inauguró en su día Alfonso XIII. ¿Eran pues conscientes sus miembros de que tal como está fijada nuestra lengua no sirve a los mínimos de la igualdad de género? Ni de lejos. En el informe en cuestión su autor, el Sr. Ignacio Bosque, no afirmaba precisamente enmendarle la plana a las igualitarias guías para anunciar la inminente renovación por parte de la RAE de la lengua española en aras a convertirla en una lengua moderna e igualitaria. Rien de rien. Una vez lanzada la piedra (en forma de lluvia de pedruscos contundentes), el académico se replegaba tan tranquilamente a sus cuarteles de invierno, en compañía sin duda de Nebrija. A la lengua que late en las plazas, viva y efervescente, tan necesaria para propiciar la convivencia de unos y otras, instrumento primordial de entendimiento y diálogo, que le den. Eso sí, a modo de propina se permitía la condescendencia de afirmar: “Es necesario extender la igualdad social de hombres y mujeres, y lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más visible”. ¿Cómo, a golpe de obsoleto mandoble lingüístico?

¿Anunciaba el Sr. Bosque con su apaciguadora frasecita la entrada inminente de otra mujer, tal como ha tenido lugar, en la rígida institución? Pudiera ser. Lo que es evidente es que la RAE va más deprisa adaptándose a paso de caracol a la igualdad que se vive en las calles que a la lengua que en ellas, a partes iguales, se enriquece y desgasta. ¿Aspira la RAE a perpetuar en su diccionario el carpetovetonismo (palabra que existe pero la RAE no registra) avalándolo en años futuros mediante académicas con falda y escote? Es probable, pues no veo por ningún lado visos de querer transformar nuestra lengua en un español más igualitario. Y aunque la 23ª edición parece que está al caer, a modo de cata no puedo evitar la tentación de citar un ejemplo tomado casi al azar de su 22ª edición (la más reciente). CORNUDO: “2. Dicho del marido. Cuya mujer le ha faltado a la fidelidad conyugal” ¿Y si el tal marido está unido sentimentalmente a otro caballero y le pone unos cuernos gigantescos, qué nombre recibe? Por no hablar de que el diccionario de la RAE todavía no recoge una palabra tan gastada por el uso como “puta”, que todos sin excepción aceptamos como sinónimo peyorativo de prostituta, cosa que sí hace, acertadamente, el María Moliner. Y pensar que a la laboriosa lexicógrafa no la quisieron en la Real Academia… Como ven, a la RAE le urge un buen vendaval de aire fresco.

Que Carme Riera pase a ser la sexta mujer en la Academia es, por supuesto, un paso adelante para una RAE que aspire a estar en consonancia con los tiempos. Se codeará con Ana María Matute (ya algo achacosa), Carmen Iglesias, Margarita Salas, Soledad Puértolas e Inés Fernández-Ordóñez (la más joven). Será pues la sexta de un total de ocho, si contamos a las otras dos que en un momento u otro formaron parte de la institución, Elena Quiroga y Carmen Conde, quien fuera la primera en ingresar, allá por un no muy lejano 1978 (aunque pronunciara su discurso de ingreso en enero de 1979). Por cierto que 1978 no es una fecha cualquiera, sino la de la proclamación de la Constitución española, que en su Capítulo II, Artículo 14, reza: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal social”. Y en el Artículo 23 del mismo capítulo: “Asimismo, tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos, con los requisitos que señalan las Leyes”. Así pues, ¿por qué no iba a entrar en la RAE en tan significada fecha una persona de “sexo” distinto al masculino, tan preparada como sus colegas varones? Lástima que desde aquel año no se adoptara la paridad para ir renovando el equipo que “limpia, fija y da esplendor” a nuestra lengua común.
Si hacemos cuentas y partimos de que han pasado por la Academia 460 académicos de número (hay otras categorías de menor importancia que no incluyo en el recuento), de entre los cuales ha habido solamente 8 mujeres, obtenemos un espeluznante… ¡1,7%! Algo sólo comparable sin duda con el porcentaje de presencia femenina en el ejército. En ambos casos inclina la balanza de la desigualdad el lastre histórico, y en concreto las incorporaciones femeninas a la RAE corresponden a las últimas tres décadas, ¡cuando la RAE cumplirá el año que viene tres siglos de historia! En lo que respecta a la cifra actual, tranquiliza algo más, aunque es a todas luces muy insuficiente: de los 43 académicos con que cuenta hoy (incluidos Riera y otro que aún no ha tomado tampoco posesión), como hemos dicho 6 son mujeres, lo que significa un 13’9%. Llegar al 50% va a ser una tarea lenta, pues allí los cargos, recordémoslo, son vitalicios y es evidente que les deseamos a los académicos que podrían ser sustituidos por nuevas académicas larga vida.

La curiosidad me puede y me pregunto si cuando Carmen Conde ingresó en la RAE existían los lavabos de señoras en la institución aledaña al Paseo de Prado o se construyeron especialmente para ella. Ignoro el dato, aunque de lo que estoy convencida es que con lavabos de señoras o sin ellos Carmen Conde debió de sentirse en los conciliábulos propios de su cargo como un pulpo en un garaje; una sensación sin duda muy similar a la de las primeras mujeres que en 1910, cuando se suprimieron los obstáculos legales para su acceso a la educación superior, ingresaron con pleno derecho en la universidad. No cuenta que en 1841 Concepción Arenal, vestida con atuendo masculino, entrara como oyente en la entonces Facultad de Derecho de Madrid. Ella sí que tuvo que servirse, le gustara o no, de los lavabos de caballeros… Es de esperar que Carme Riera se encuentre a partir de ahora en la RAE más cómoda que su tocaya pionera, aunque con cierta malicia podemos imaginar a las señoras por un lado y a los caballeros por otro, como en aquellas sobremesas de antaño en las que ellos arreglaban el mundo, copa en mano, mientras ellas aguardaban en la sala de al lado, entre chácharas dicen que triviales.



Pero hay dos razones fundamentales que hacen que la elección de Carme Riera sea un doble acierto, al margen de su incontestable solvencia profesional. Por un lado ha sido escogida en una candidatura compartida con la poeta malagueña María Victoria Atencia, sin duda de gran valía, mas octogenaria, lo que la hubiera convertido en una académica a todas luces testimonial. Si se quiere agradecer la abnegada dedicación de alguien a las letras, mejor hacerlo con premios económicamente bien dotados que con cargos en instituciones donde hay que picar piedra. Riera sí puede hacer grandes aportaciones, estoy segura. Por otro lado, entre una mayoría de académicos monolingües, nos hallamos ante una futura académica bilingüe; como ha reseñado la prensa “una estudiosa de la literatura española que es también una escritora en lengua catalana”. Un valor añadido que puede serle tremendamente útil a una institución donde la presencia de catalanoparlantes es muy reducida, y qué no decir de la de catalanoescribientes, hasta ahora casi inexistente a excepción de Martín de Riquer y Gimferrer. La presencia de Riera tal vez contribuya a introducir en el español oficial los frutos de esa “dualidad cultural y lingüística de Cataluña, que tanto preocupa”, a que hizo referencia Juan Marsé en su discurso de recepción del Premio Cervantes.

Es pues mucho lo que puede ofrecer a la RAE esta catedrática de literatura medieval, estudiosa de la literatura contemporánea y autora de ficción notabilísima. No sé si podrá hacer algo a favor de la “desandrocentrización” de la lengua española (término que está claro jamás entrará en el Diccionario de la RAE), aunque ya me parece mucho que haya anunciado que su discurso de ingreso posiblemente versará sobre otra mujer escritora. Cuando le llegó el turno a Soledad Puértolas esta glosó los personajes secundarios del Quijote, que no dudo que sean interesante, pero que acaso sean eso, secundarios. Riera ha añadido también que es un honor ser la sexta académica y que espera que, tras ella, "lleguen otras muchas más".

En cuanto a las cuotas…, ahí la cosa se complica. Todas las mujeres reniegan de las cuotas cuando alcanzan un cargo elevado, como era de esperar y como hizo la misma Puértolas, que recién elegida ya proclamaba aborrecerlas como si las cargara el diablo. Riera en eso no ha sido distinta. Así, la prensa escrita recogía su convencimiento de que la Real Academia Española "no debe funcionar por cuotas", aunque afirmaba estar a favor de que las instituciones "se abran a las mujeres que tengan cos
as que aportar" y, en el campo de la literatura, especificaba, "hay muchas en este país". "No estoy a favor de las cuotas porque tampoco me gustaría que algún día me dijeran que entré por ellas", afirmaba Riera. Me consta que Carme Riera es una persona muy bien educada y no va a empezar escupiendo a la cara de sus anfitriones, acusándolos de machistas de mierda y diciéndoles que si no fuera por las cuotas (reales o invisibles, preceptivas o facultativas) ella no estaría allí, a punto de ingresar en la prestigiosa Real Academia de la Lengua.



Aun así, ¿por qué tanta manía a las cuotas? Han funcionado de maravilla en la política (haciendo que una foto de los escaños de cualquier sede parlamentaria española ya no de vergüenza ajena). En fechas muy recientes de la mano de Viviane Reading, gran mujer, la Eurocámara ha urgido a la Comisión Europea a imponerlas en los consejos de administración para construir una sociedad más justa… Y en cambio aún provocan urticaria, como las ortigas, que al igual que ellas tienen también grandes virtudes y son muy beneficiosas para la salud. Que de entre todos los mundos profesionales sea el de la cultura aquel en el que menos simpatía suscitan las cuotas, lejos de ser una virtud, no es más que una señal de la poca cultura igualitaria que este posee. Las más alarmantes cifras de la desigualdad están en la cultura, eso es incontestable y altamente preocupante si queremos construir un país maduro asentado en una democracia sólida.

Y es por eso, por si puede resultar útil, que me aventuro a lanzar esta definición de “cuota invisible” en tanto que facultativa, optativa o no impuesta por ningún órgano de poder externo, mas impelida a existir sin embargo por la presión social y el sentido común. Y es que, queridas y contadas académicas, sin las cuotas invisibles ninguna de Uds. estaría en la RAE. Porque vamos a ser sinceros: una cosa son las cuotas por decreto (más que lícitas cuando son necesarias, y enormemente útiles en la consecución de la igualdad) y otras las cuotas que emanan del pueblo, o lo que es lo mismo, de una sociedad que viendo como se ejerce sin ningún disimulo el machismo más irredento azuza y empuja para que de la existencia de una académica en 1978 hayamos pasado a ocho en 33 años; no es mucho, pero podía ser peor. Lo que sí está claro es que sin democracia la RAE hubiera seguido como estaba en tiempos de Franco: sin lavabos de señoras, reales o simbólicos. Y es que al pueblo hace ya muchos años que no se le alimenta sólo con pan y circo, por lo que mucho tendría que cambiar todo para que en los años venideros el porcentaje de académicas no fuera in crescendo.

Dicho esto, no sé si desde su probada lucidez Carme Riera será capaz de imbuir a sus colegas de la RAE del espíritu igualitario que corresponde a cualquier institución pública en estos tiempos, pero hay que admitir que algo se está moviendo en la RAE, sin cuotas impuestas y con cuotas invisibles. Cuanto menos, además de ser todo un Messi de las letras, su último fichaje es, para alegría de todas y todos, mujer.

Article escrit per Mª. Ángeles Cabré, escriptora i crítica literària Publicat a La Independent